El respeto, defensa y promoción de principios, valores y derechos son una garantía para vivir mejor en familia, en la cuadra, con los compañeros de trabajo, de estudio y con la sociedad, en general. Realmente no ha sido fácil que la gente entienda racionalmente -y tampoco con el corazón- lo que significan valores como el respeto, la tolerancia y la solidaridad, y principios como el de la dignidad humana. No ha sido fácil, ni antes ni menos ahora, con el auge de las redes sociales.
El Padre Fredy Gil, promotor de “Traguitos para el alma”, dice que es lamentable que nuestra sociedad no tenga en claro la importancia de conocer y practicar los principios y los valores, que no necesariamente se circunscriben a lo religioso -como creen muchos- y sí a las demandas de una sociedad que debe ser cada vez mejor.
Para que así sea, es necesario poner en práctica en nuestra vida diaria la honestidad, la transparencia, la seguridad, la igualdad, la responsabilidad, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la humildad y la humanidad. De nuevo, es importante trascender lo meramente moral y religioso, aunque en la narrativa cristiana está muy definida la invitación a ser mejores seres humanos, lo cual podemos encontrar y desentrañar en mensajes como el de San Lucas (capítulo 6, versículos 27 a 38) donde habla de la misericordia: “Sean misericordiosos, como su padre es misericordioso”.
Lucas cuenta la historia de Jesús hablándoles a sus discípulos de la importancia de perdonar y de amar al otro, pero de amar no al que lo ama uno, sino -lo que es más difícil- amar al que no lo ama uno o al que uno no ama. Un llamado absolutamente pertinente en tiempos de polarización y redes sociales, cruzados por odios, mentiras, desinformación, manipulación, injuria y calumnia.
El Padre Fredy Gil pide que nos imaginemos, por un instante: “donde toda la humanidad centrara su vida en Dios, fuéramos de esos seres profundamente religiosos -no de la apariencia, sino en el compromiso-, con seguridad el mundo sería muy distinto, porque el Señor nos enseña esa revolución del amor, no desde lo egoísta. No en mi relación simplemente con Dios, no. Eso tiene que trascender frente a los demás”.
El Padre Fredy asegura que el desafío está frente a aquellas personas que piensan distinto, que sienten distinto, que tiene una posición muy diferente.
“Es un desafío porque vivimos en una sociedad impulsiva, en la que fácilmente perdemos la paz, fácilmente perdemos la tranquilidad. Entonces, ¿cómo estamos asumiendo para acoger, para perdonar, para ser más caritativo, para ser más acogedor con el otro?”, se pregunta.
Plantea que, paradójicamente, el camino es muy fácil si atendemos el llamado de la palabra de Dios cuando pide que “tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros”, lo cual es un mandamiento de vida.
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Esa invitación se relaciona con la certeza que “se cosecha lo que se siembra, y se recibe lo que se da, por eso no hagas lo que no quieres que te hagan a ti y procura dar lo que deseas recibir” o “con la vara que mides, serás medido” o “no juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con el que juzgáis, seréis juzgados”.
De manera asertiva, se trata de invitarnos con la frase: “haz el bien para que te hagan el bien también a tí”. Pero, al final, debe quedar en claro que “el que a cuchillo mata, a cuchillo muere”.
El Padre Gil explica que, precisamente, Jesucristo vino a tumbar el paradigma, que era una costumbre religiosa, de “la Ley del Talión” del Código Hammurabi: “Ojo por ojo, diente por diente”. Entonces, era lógico y justo el convencimiento de “si tú me haces un mal a mí, yo tengo derecho a hacerte el mismo mal y estamos a mano”.
Ello implica -comenta- pedirle a Dios que nos ayude a sanar el corazón, porque si no tenemos sano el corazón, si no tenemos sana la mente, difícilmente podemos brindar lo mejor a los demás.
“El Señor nos dice: ¿qué es lo que hace impuro al hombre?. Al hombre lo hace impuro lo que está en su corazón. Si tú no tienes a Dios en el corazón y estás lleno de rencor y de rabia con la vida y con la historia, pues eso lo reflejas”, asevera el Padre.
Sin embargo, es un mensaje difícil de asimilar y practicar, especialmente por muchos representantes de la política que “pecan y rezan y vuelven a pecar”. Van a misa, comulgan y vuelven a su actividad política, olvidando totalmente el mensaje que oyeron en misa, con el que se comprometieron a amar, respetar, no injuriar y no calumniar. Sin embargo, en cuanto se incorporan a su curul, se les escucha vociferar, injuriar, calumniar, ofender, mentir, dañar y querer matar al otro que está al otro lado en el péndulo ideológico y político. Es muy difícil llegar con el mensaje a gente del común, pero es peor llegarle a la clase política, porque se ha dado cuenta que entre más injurie, calumnie y sea infame, más réditos políticos tendrá.
Sin embargo, el Padre Fredy Gil ve el vaso medio lleno: Dice que el primer paso es que, por lo menos, están yendo a la Eucaristía, lo que quiere decir que son personas creyentes.
“¿Qué tal que no lo fueran? Si son así siendo creyentes, imagínense, ¿Qué tal que no lo fueran?”, se responde el Sacerdote, con la convicción esperanzadora de que “el Señor es capaz de escribir derecho en renglones torcidos”.
La misma fe del Sacerdote en la posible conversión de quienes ya han dado el inmenso primer paso de asistir a la Eucaristía, escuchar la palabra de Dios y correr el riesgo de dejarse convencer por ella, debe aplicarse, con seguridad, a las personas que ofenden y dañan la honra y el buen nombre de otros, sin vergüenza alguna, a través de redes sociales y desde sus perfiles, con una imagen de Jesús o de la Virgen María o de sus hijos, a quienes dicen amar y a quienes les desean lo mejor en una sociedad que ellos están destruyendo en principios y valores.
De nuevo el Padre Fredy Gil hace un llamado a la fe en que esa persona que invoca demonios y lo hace en nombre de Jesús, de la Virgen, de algún Santo, de un Ángel o del Papa, “luego no va a poder hablar mal de mí (de Jesús, de la Virgen, de algún Santo, de un Ángel o del Papa)”, y podrá terminar actuando como lo mandan los principios y los valores.
El Promotor de “Traguitos para el alma” hace sentir que la gente no cambia de un momento para otro. Que sí es posible que haya más respeto, más tolerancia, que haya más misericordia, que haya la posibilidad de que no exista tanta confrontación, tanta pugnacidad, tanta polarización. Pero que ello parte de cada ser humano, en un proceso, con la fe puesta en que eso puede pasar.
Hay que empezar por donde empezó esta conversación con el Padre Fredy Gil: “Realmente no ha sido fácil, ni antes y menos ahora con el auge de las redes sociales, que la gente entienda racionalmente y tampoco con el corazón, lo que son los valores y significan valores como el respeto, la tolerancia y la solidaridad, y principios como el de la dignidad humana”. Y para empezar por donde es, es necesario que se sepa con precisión el alcance de los valores, como el del respeto, por ejemplo.
“Es un valor que permite al ser humano reconocer, aceptar, apreciar y valorar las cualidades y los derechos del otro”, sin que el otro, necesariamente, no tenga que ser parte de su misma religión, de su partido político o de su equipo de fútbol; el respeto es un componente importante de la comunicación efectiva, las relaciones sanas y los logros en la vida y el trabajo.
El Sacerdote precisa que debe ser un compromiso de diferentes actores en la Iglesia, en el Hogar y en la Escuela.
“Los maestros tienen que ser aquellos que no simplemente dan una materia, una cátedra. No. Son aquellos que deben ir infundiendo valores, que preparen a nuestros jóvenes, a nuestros profesionales para la vida, porque aquí no se trata simplemente de tener una profesión, se trata de tener una responsabilidad con la vida y con la sociedad”, afirma.
Termina el Padre Fredy Gil invitando a no cejar en la tarea de seguir construyendo una mejor sociedad, fundada en el respeto, defensa y promoción de principios, valores y derechos, con la responsabilidad y el compromiso de todos, incluyendo a los medios de comunicación y a los periodistas, llamados no solamente a informar, sino a no desinformar y, más bien, a formar una opinión pública que le aporte a la convivencia pacífica y “ojalá: muy llena de Dios”.