La política, los políticos y los partidos políticos han venido perdiendo prestigio debido, lamentablemente, a algunos politiqueros que han hecho uso de la actividad para satisfacer sus intereses particulares, políticos y económicos. Sin embargo, en nuestras manos está la elección de buenos políticos que les den lustre a la política, a los partidos y a las instituciones en las que habrán de participar.

Ya vienen las elecciones legislativas: serán en marzo del año 2026, pero ya empiezan a mostrar la cara los que están interesados en ser elegidos. Y ya vienen las elecciones presidenciales: serán en mayo de 2026, y ya hay un montón de aspirantes moviéndose, porque quieren ser el reemplazo del hoy presidente Gustavo Petro Urrego.

Entonces, llegó otra oportunidad de quejarse menos por la existencia de políticos, dirigentes y gobernantes malos y corruptos, y tomar la decisión de escoger a los mejores, a los que, realmente, representen los intereses generales.

Aunque nos vamos a referir a la política electoral con miras a las elecciones legislativas y presidenciales, le pediremos a Guillermo Mejía Mejía, expresidente del Consejo Nacional Electoral -CNE-, que nos ayude a convencernos de que la política es importante y que, por tanto, es importante participar con la convicción de elegir a los mejores.

La decisión del CNE de programar las consultas populares, internas e interpartidistas para el 26 de octubre de 2025, debe ponernos a pensar la política de manera estructural, entendiéndola, viviéndola, gozándola y convenciéndonos de que, en verdad, nos debe importar.

Dice Guillermo Mejía que el artículo primero de la Constitución Nacional es el que define que el Estado colombiano es un estado democrático y, por tanto, es el mecanismo del voto el que le permite al ciudadano participar en la elección del Congreso, de las asambleas departamentales, de los concejos municipales y distritales, de la Juntas Administradoras Locales y, lo más importante, del Presidente de la República, del Gobernador y del Alcalde. De manera que para cambiar eso, habría que cambiar la Constitución y convertirnos e un estado totalitario, estilo Rusia, China, Nicaragua o Venezuela.

Y eso sí sería peor, porque cuando hablamos de estados que no son democráticos, estamos refiriéndonos a estados autoritarios y déspotas, en los que desaparece la fuerza significativa del “Krátos” (poder o gobierno) del “Demos” (pueblo): “poder del pueblo”. Y, aunque debido al abuso de algunos gobernantes que, pese a haber sido elegidos democráticamente, asumen su poder como “monarcas” y gobiernan con actitudes totalitarias, en verdad el pueblo sí tiene el poder para ejercerlo directa o indirectamente, a través de representantes elegidos y, en el caso de los gobernadores y alcaldes que no merecen haber sido ungidos por el voto, pueden recurrir a la Revocatoria del Mandato.

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El primer artículo de la Constitución Política de Colombia habla de un “Estado Social de Derecho organizado en forma de República unitaria,descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista”. Y eso hace la gran diferencia, especialmente cuando se pone el lente en la “participación”, mediante la cual todos los ciudadanos  tienen derecho a votar, postularse a cargos públicos y hacer parte de la toma de decisiones.

Guillermo Mejía pone el ejemplo de gobernantes como Vladimir Putin, quien lleva 25 años en el poder y siempre gana las elecciones con más del 95%. O sea, que no hay oposición, como en los estados democráticos.

Y si alguien se atreve a hacer oposición, debe estar dispuesto a morir. Esa es la diferencia entre un estado democrático y uno totalitario. Igual pasa en la China, Nicaragua, en Venezuela y un tanto, si nos descuidamos, en la Argentina de Javier Milei”, dice Mejía.

El Expresidente del CNE recuerda que la ultraderecha no es amiga de la Democracia. La ultraderecha es el poder total sin elecciones, es el Fascismo, que se tomó a Alemania, Italia y a la España de Franco.

Hoy, lamentablemente, la Democracia está retrocediendo en el mundo a pasos agigantados. Acaba de ocupar el segundo lugar en Alemania el partido nacionalista Alternativa para Alemania (AfD), un partido que ha sido calificado de «anticonstitucional», «radical», «racista» y «antidemocrático». Es muy sospechoso y muy alarmante: estamos repitiendo la historia de 1933 con Hitler, cuando fue nombrado Canciller, bajo presión de sectores conservadores que crían que podían controlarlo… Y de ahí en adelante, ya sabemos lo que pasó, después de que Adolfo Hitler pasó de ser un político más a un dictador, protagonista de uno de los episodios más oscuros de la humanidad: responsable de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto, en el que millones de personas fueron asesinadas en nombre de una ideología basada en el racismo y el totalitarismo. Su legado es un recordatorio de los peligros del extremismo, la manipulación política y el desprecio por los derechos humanos”, manifiesta.

En ese proceso están los gobiernos de Donald Trump en Estados Unidos y Nayib Bukele en El Salvador, con el agravante que Estados Unidos fue la primera democracia del mundo, con una constitución democrática en forma de República: la Constitución de Filadelfia de 1787 fue anterior a la de la Revolución Francesa. No obstante, llega Trump con mentalidad de fascista.

¿Qué es lo que está pasando que el mundo está retrocediendo y la democracia cada vez se va perdiendo? Pues, que los partidos políticos, que son el sustento de la Democracia, han ido perdiendo prestigio en todo el mundo, debido al fenómeno de la corrupción. La desconfianza en los políticos aumenta entre la ciudadanía que decide no participar y, por tanto, no sale a votar”, Explica Guillermo Mejía, quien insiste en lo lamentable de la situación porque, como decía Winston Churchill: “La democracia es el peor de los sistemas, con excepción de todos lo demás”.

Cuando la gente no participa, les entrega una “patente de corso”, precisamente, a los politiqueros y a los corruptos de verdad, para que hagan de la política lo que les beneficie sólo a ellos, política y económicamente, y no piensan en el interés general.

Cuando se aprobó la reforma constitucional de 2003 -que fue una reforma política muy bien intencionada, porque se quería que hubiera participación de la gente en la democracia interna de los partidos para que estos se fortalecieran- se pensó que se había decidido lo mejor. Pero resultó que al permitirse el Voto Preferente, los partidos se desintegraron: dejó de haber una política central y surgieron los partidos de garaje, convirtiéndose en “microempresas electorales”.

Y la existencia de la Constitución y de leyes como la 1475 de 2011, creada para la organización y funcionamiento de los partidos políticos, teóricamente habrían de garantizar el fortalecimiento de los partidos y de la democracia, porque traían consigo la democratización interna de los partidos, pero en la práctica no fue así.

¿Quién puede hacer la lista de aspirantes para Senado y Cámara de Representantes en Cambio Radical, si no es Germán Vargas Lleras? ¿O quién puede hacerlo en Centro Democrático si no es Álvaro Uribe Vélez? Y en el Partido Liberal, ¿Quién distinto a César Gaviria Trujillo, quien se eternizó en la Dirección de la Colectividad? Lo mismo pasa en el Partido Conservador, que da la apariencia de ser más democrático, pero, en realidad, es lo que se diga Efraín Cepeda. ¡No hay democracia interna!”, plantea Mejía Mejía.

Entonces, ¿Es una falacia lo que va a ocurrir el 26 de octubre próximo? Según el Consejo Nacional Electoral, esa es la fecha establecida para la realización de las consultas populares, las consultas internas y las consultas interpartidistas. La intención es, precisamente, dizque que democratizar la participación de estos partidos y de los que hacen parte de ellos en las elecciones de 2026.

¿Qué es una Consulta Interna? Se supone que es la que se lleva a cabo con los miembros inscritos del mismo partido. Es decir, nadie que no sea de ese partido puede participar en esa elección interna.

¿Qué es una Consulta Popular? En ella puede votar cualquier ciudadano que esté inscrito en el censo electoral, sin que haya impedimento por ser de otro partido distinto al que la convoca.

¿Qué es una Consulta Interpartidista? Es cuando se juntan varios partidos con personería jurídica y hacen una coalición por escrito. Ésta es la que coincide con las elecciones del Congreso, sobre todo para elegir Presidente de la República.

La Resolución habla del 26 de julio para que los partidos digan en cuál consulta van a participar. El 26 de septiembre es fecha para que se puedan retractar. Entre el 19 y el 26 de octubre, se habrán de inscribir los candidatos y el 26 se llevarán a cabo las consultas.

Los resultados de estas consultas son vinculantes por varias razones: la primera, porque es un ejercicio que está consagrado en la Constitución y en la Ley. Además, es costoso.

Su organización corre por cuenta de la Registraduría Nacional del Estado Civil y por el Consejo Nacional Electoral, que es el que hace valer el resultado de la Consulta, que puede ser demandado ante el Consejo de Estado. Por consiguiente, cuenta con seguridad jurídica.

No obstante, la Consulta del partido Centro Democrático, realizada en Antioquía para decidir la candidatura única a la Gobernación entre Liliana Rendón y Andrés Guerra Hoyos, no fue vinculante. Pese a que Rendón la ganó, el jefe máximo del Partido, Álvaro Uribe Vélez, desconoció el resultado y le brindó el apoyo a Guerra Hoyos.

Guillermo Mejía explica que el Centro Democrático no es tan democrático.

Yo recuerdo ese caso porque a mí me llamó la candidata Liliana Rendón para hacer la demanda ante el Consejo Nacional Electoral. Pero, finalmente, la Precandidata desistió de ejercer su derecho”, recuerda.

Episodios como éste es lo que le genera a la ciudadanía desconfianza en la política y en los políticos, razón por la cual se vuelve apática. Si los políticos no cumplen la palabra entre ellos mismos, no hay confianza en que cumplan sus promesas electorales.

En Colombia, los partidos han sido tradicionalmente caudillistas, vinculados a un nombre: el Partido Liberal, a Alfonso López Pumarejo, Alfonso López Michelsen, Carlos Lleras Restrepo y Julio César Turbay; el Partido Conservador, a Laureano Gómez, Mariano Ospina Pérez, Guillermo León Valencia; en los últimos años, están los partidos que se han desprendido del Partido Liberal y que también tienen caudillo con nombre propio: el tronco de la Colectividad roja, que tiene como jefe único a César Gaviria Trujillo; el Centro Democrático con Álvaro Uribe Vélez; Cambio Radical con Germán Vargas Lleras; y Partido de la U, con Dilian Francisca Toro.

¿Será que más que normas se necesita Cultura Política para que la exigencia ciudadana lleve a los partidos a que busquen ganarse el respeto y la confianza, para que vuelva el respeto y la confianza en la política, se fortalezca la democracia y sea efectiva participación?

Guillermo Mejía tiene la esperanza en que las nuevas generaciones que están incursionando en política, se interesen en hacer buena política, con responsabilidad y compromiso, y no caigan en los mismos vicios de los viejos políticos.

En este momento, desafortunadamente, la política está tomada por los contratistas del Estado, que son millonarios, y son los que financian las campañas y ponen a los gobernantes. Entonces, son estados cooptados por los contratistas”, plantea.

Con esperanza y optimismo, es posible que haya algunos de los viejos políticos en ejercicio y políticos sin vicios de las nuevas generaciones, que tengan en claro que la política es para servir al interés general, para ayudar en el crecimiento económico del País y en el desarrollo humano y social de todos sus habitantes.

Sin embargo, la verdadera esperanza debe estar puesta en la ciudadanía que no debe perder de vista el poder (“Krátos”) que tiene para decidir sobre su destino, a través de excelentes y decentes políticos y gobernantes. Pero debe ser racional y consciente, para que participe inteligentemente en las decisiones y no se deje engañar de las emociones y las pasiones que vienen envueltas en mentiras y en desinformación.

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