Ésta es una reflexión sobre la importancia de armonizar el fuego de las emociones y las pasiones con la serenidad y la sabiduría de la razón.

Empezamos con una moraleja: Ni tanto que las llamas de las pasiones y las emociones quemen a los otros, ni tampoco que el frío de la razón congele la acción, el dinamismo y la vitalidad de las discusiones.

Esta moraleja de la historia del conflicto de poderes entre los ríos y las llamas, me lleva a preguntar: ¿Debemos actuar con la calma de la razón o con el impulso de la emoción y las pasiones?

Me adelanto a contarles lo que el Árbol sabio de la fábula respondió: “si dejamos que las emociones gobiernen sin el consejo de la razón, o que la razón ignore las emociones, el reino se romperá”.

Por eso propuso que las llamas debían aprender a medir su ardor, para no consumir sin pensar, y los ríos debían ser más ágiles y adaptables, para acompañar el dinamismo del reino. Ambos debían recordar que su deber era servir al bien común y no a sus propios impulsos e intereses particulares.

¿Será posible que llegue el tiempo en el que la calma y la sabiduría de la razón y el dinamismo y la fogosidad de la emoción hagan parte, las dos, de las opiniones de las “tropas digitales” que se enfrentan hoy en redes sociales en apoyo a sus respectivos líderes políticos?

Pregunto: ¿Qué tan difícil es entender que la razón y la pasión, unidas, nos permiten crear una sociedad civilizada, armoniosa, pacífica, justa y equitativa?

Algunos simpatizantes informados, inteligentes, interesantes y calificados lo entenderán, pero la mayoría deberá contar con que sus líderes decidan que no deben recurrir a las emociones desbordadas en busca de réditos políticos y electorales, por encima de la razón, la reflexión, el respeto, la humanidad y la empatía.

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